miércoles, 1 de agosto de 2012

Mandar a los hijos


Hoy vamos a reproducir un artículo de la destacada  educadora familiar Ángela Marulanda, trata sobre el tema de autoridad que algunos usuarios de nuestro blog nos han pedido...




Imagen tomada de www.expatriada.com



                                 ¿Estamos autorizados para mandar?

Mientras que hasta hace sólo un par de generaciones el hecho de ser adultos confería a los mayores plena autoridad sobre los menores, hoy ya los años no nos otorgan automáticamente el mando sobre los hijos. Las nuevas generaciones no se dejan dominar por ese sentimiento de temor y reverencia que nos producía el percibir a nuestros padres tan superiores a nosotros, y esto tiene tantas ventajas como desventajas.

Por un lado, el que nuestros hijos ya no nos vean como las figuras todopoderosas del pasado hace que seamos mucho más alcanzables para ellos y por eso hoy nuestra relación puede ser mucho más cercana y amistosa. Pero por otro, nos presenta nuevos desafíos para ejercer la autoridad. Al vernos ya no desde abajo sino de frente, los hijos no sólo comprenden que somos tan humanos y falibles como ellos sino que se dan perfecta cuenta de qué clase de personas somos. Esto nos obliga a trabajar por ser dignos de su admiración en todo sentido para poderles inspirar el respeto que les haga aceptar nuestra potestad.

Desde una posición de igualdad, como la que tenemos hoy en la familia, lo que nos faculta para tener el mando es la imagen que se formen en base a nuestras actitudes y postura como cabezas de familia. Cabe entonces preguntarnos ¿qué les inspiramos los padres hoy a nuestros hijos? ¿Infundimos seguridad, confianza y estabilidad? ¿O, por el contrario, confusión, temor e incertidumbre? ¿Seremos un faro que encabeza su vida y alumbra su camino desde lo alto, o una pequeña candela que se apaga a menudo y se achica cada vez más?

Así mismo, para tener autoridad en la familia hay que ser una persona autorizada por idoneidad, es decir, por conocimientos y experiencia, para ejercerla. Será que ¿sabemos cuál es el proceso de desarrollo de los hijos y lo que podemos esperar de ellos en cada etapa de su vida? ¿Somos una autoridad en asuntos de amor y sabemos cómo recibirlo y expresarlo para que los hijos se sientan profundamente amados? ¿Sabemos hablar para que los hijos nos escuchen y escucharlos para que deseen hablarnos, o vivimos interrogándolos y acusándolos de estar sordos? Y en materia de sexo, ¿estamos capacitados para hablarles con certeza sobre el tema y sus implicaciones a todo nivel? ¿Conocemos las consecuencias del consumo de drogas y alcohol, y podemos explicarles a ciencia cierta lo que puede ocurrirles si las abusan?

Ser padres puede ser la experiencia más formativa, trascendente y fascinante de nuestra vida pero, por lo mismo, la que nos exige más esfuerzos para darle a los hijos todo lo que precisan y a la vez ofrecerles lo mejor de nosotros mismos. Pero, si no la asumimos con la dedicación y compromiso que requiere puede dar lugar a que perjudiquemos a quienes más amamos. Esto significa que está en nuestras manos servirle a los hijos de plataforma de lanzamiento a la vida equipados para encaminarla hacia un buen destino, o ser por el contrario un terreno fangoso desde donde les sea difícil partir y por ende triunfar.





Y, un poco de humor...




Imagen tomada de www.lacoste-tou.blogspot.com




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