En el día de ayer El Tiempo publicó en su sección de opinión un artículo de Andrés Hurtado García que hoy reproducimos.
Colombia, la más educada
A seguir el ejemplo de las naciones que lograron la excelencia en educación: los países escandinavos
Por: Andrés Hurtado García
Imagen tomada de https://diegoarmario.wordpress.com/2010/04/05/sin-complejos/ |
Digna de elogio la idea del presidente Santos de convertir a Colombia en el país más educado de América. Para conseguirlo debemos seguir el ejemplo de las naciones que han logrado la excelencia en la educación: los países escandinavos. Ellos comenzaron por el principio, o sea, por priorizar las cosas, por poner los elementos del sistema educativo en orden.
Tal es el caso de Finlandia. En este Estado, el maestro ocupa la cúspide del sistema educativo, y por ello mismo la profesión del educador es muy codiciada entre los aspirantes a universidad.
Entre nosotros –da vergüenza decirlo–, el maestro es lo último en la estructura educativa, lo más bajo. No porque el maestro sea así, sino porque allí lo han colocado absurdamente el Gobierno, la sociedad y un triste porcentaje de padres de familia. Por eso y por otros factores inherentes al llamado tercer mundo, entre nosotros la profesión del educador es poco codiciada.
Hay maestros malos, desde luego. Pero también hay médicos malos, ingenieros malos, arquitectos malos, periodistas malos, economistas malos y uno que otro político, senador, gobernador, alcalde, concejal malo. ¡Uno que otro, no más, de estos últimos!
Recibo semanalmente informes, quejas, dolorosas historias de lo que ocurre con los maestros en todo el país. No solo ya rectores de colegios amenazados y asesinados, maestros atacados, y no por delincuentes comunes, sino por los propios alumnos. El insulto a los maestros por padres de familia y alumnos es el pan de cada día. Pero... es que los alumnos son intocables. Vivimos la época de ‘los derechos de los niños’; tienen todos los derechos. Nadie habla de los deberes de los niños y adolescentes.
Entonces parecen tener derecho a insultar a los maestros, y estos, pobres y desgraciados, tienen el deber de recibir los insultos, callarse y sufrir. Y, ¡ay, Dios mío!, si uno de estos maestros agraviados responde no con la misma moneda, sino con palabras decentes y enérgicas exigiendo respeto, será acusado ante las secretarías de Educación, que son, algunas veces, alcahuetas y faltas de autoridad y sentido común.
Por lo que veo y me dicen, parecería que los padres de familia tienen todo el derecho de inventar las acusaciones más absurdas, que las autoridades educativas del Gobierno acogen y responden enviando requisitorias a los colegios, obligándolos a gastar tiempo, reuniones y a elaborar larguísimos documentos mostrando la mentira y la falsía de las acusaciones.
No faltan, desde luego, acusaciones que son fundadas y dignas de ser atendidas. ¿Qué tal la de una señora que dijo que los maestros quitan a los niños las loncheras para comerse ellos los alimentos y que una maestra va todas las noches a su casa a espiarla? Así, con padres de familia enfermos y neuróticos deben entenderse los maestros, y aguantarlos. Y casos como estos abundan, están lejos de ser aislados. Si seguimos así, no seremos nunca el país más educado de América.
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